18 de noviembre de 2011

Joel Rifkin, un psicópata en Nueva York.

Fue detenido casi por azar al conducir una furgoneta que sin placas de matrícula. En el maletero había una mujer atada y amordazada, envuelta en plástico y todavía con vida. Rifkin estaba a punto de deshacerse de ella. 

No fue sino el primero de una serie de crímenes que la policía de Nueva York estaba a punto de resolver. Corría el año 1993 y acababa de ser detenido uno de los asesinos en serie más sanguinarios de la historia de la ciudad estadounidense.


Joel Rifkin había sido dado en adopción por sus padres biológicos, que eran menores de edad. Ben y Jeanne Rifkin, sus padres adoptivos, decidieron formar con él una familia y darle la oportunidad de tener la infancia que todo niño se merece. Pocos años después, la pareja, contenta con la decisión que había tomado, le dio a Joel una hermana, también adoptada.

Juntos formaban una familia feliz, pero en 1987 se produjo un cambio radical en sus vidas: Ben, el padre de familia, se suicidaba porque no se sentía capaz de hacer frente al cáncer que padecía. Poco después, su hijo Joel era detenido por sus primeros problemas con la justicia al haber recogido a una prostituta en la calle.

 

Hasta el momento, Joel no presentaba ningún rasgo de carácter que le hiciera parecer una persona particularmente peligrosa. Cierto es que nunca destacó en el colegio -a pesar de ser un niño extremadamente curioso-, que sus relaciones con mujeres no eran demasiado estables o que no conseguía mantenerse durante mucho tiempo en un mismo puesto de trabajo. 

Pero el cambio radical en su actitud se produjo tras la muerte de su padre, momento en el que no solo empezó a coleccionar libros sobre asesinos en serie sino que se decidió tomarlos como patrones de referencia y emular sus crímenes.

Tal como declararía el propio Joel tras ser detenido por la policía, había cometido su primer crimen en 1989. Hasta que fue atrapado en 1993, acabó con la vida de un total de 17 prostitutas a las que estrangulaba para luego dejar que los cuerpos se descompusieran arrojándolos al río o en descampados metidos en bolsas o en cajas de cartón.

Tras su detención, Joel declaró que mataba porque de acuerdo con las visiones que tenía era la única manera de que su padre no se sintiera solo en el más allá. Fue condenado a cadena perpetua cuando tenía 34 años, el doble del número de víctimas que había aniquilado a lo largo de su andadura como asesino en serie. Según el propio autor de los hechos, no era algo casual, y la prostituta número 17 tenía que ser su última víctima.



Fuente: ilustradordigital.es

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