Los servicios sociales ya le habían quitado a tres hijos, y ahora iba a perder la custodia de su hija menor, la pequeña Sheila, de 3 años. Ayer, su madre (fotos) la estranguló en una vivienda del barrio alicantino de Los Ángeles. Según fuentes próximas al caso, fue la «angustia» por perder a otro de sus hijos lo que desencadenó el escalofriante crimen. El compañero sentimental con el que vive ahora la presunta asesina, una mujer española de unos 35 años, fue quien dio la voz de alarma. Según un vecino del inmueble, le escuchó gritar : «¿Pero qué has hecho? ¡Tienes que venir conmigo a la comisaría!».
Fue este hombre quien avisó a los servicios sanitarios, que ya no pudieron hacer nada por reanimar a la pequeña, a quien su madre había asfixiado con sus propias manos. Inmediatamente llegaron agentes de Policía que poco después la sacaron esposada de la vivienda entre los abucheos e insultos de los vecinos que se habían congregado
Todo ocurrió sobre las 20 horas en un inmueble de la calle José Reus García. Un vecino relató ayer que escuchó gritos procedentes de la casa, pero no se extrañó porque la detenida era muy conflictiva y siempre armaba escándalo, según explicó.
Justo a finales de la semana pasada, funcionarios de la Conselleria de Bienestar Social acudieron al domicilio de la presunta parricida para notificarle la resolución de desamparo de su hija menor, según fuentes próximas al caso. Aunque en el interior se escuchaban ruidos, nadie abrió la puerta, con lo que esa diligencia administrativa había quedado pendiente de ejecución.
La detenida ya había perdido la custodia de tres hijos, que se encontraban en situación de acogimiento familiar con parientes del padre en un municipio de la provincia de Valencia. Recientemente, el hombre había acudido a los servicios sociales para alertar de que «no podía seguir viviendo» con ella.
El padre de la pequeña, el único que parecía estar en condiciones para hacerse cargo de la familia, se marchó de casa, en la que también vivía la madre de la arrestada, que estaba enferma, y esa decisión motivó la intervención de la Conselleria de Bienestar.
Todo apunta a que la presunta parricida padecía alguna enfermedad mental que aún no había sido diagnosticada. Cuando salió esposada del domicilio, una multitud de vecinos, conmocionados por el crimen, la increpó al grito de «canalla» y «asesina».
Sobre las 22 horas, los servicios funerarios levantaron el cadáver de la niña, después de que el forense certificara la muerte. Cuando el cuerpo de la pequeña entraba en el furgón, sus vecinos le dieron el último adiós con un sentido aplauso.
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