26 de agosto de 2011

El asesino volvió al lugar del crimen

El autor confeso de la muerte de Amaia Azkue regresó «varias veces» al pantano donde abandonó el cuerpo.



El joven azpeitiarra A.E. volvió al escenario del crimen en más de una ocasión después del 16 de marzo, fecha en la que, según su propia confesión, acabó con la vida de Amaia Azkue. Varios vecinos le vieron paseando con su moto por alguna de las pistas que desembocan en el embalse, donde apareció flotando el cadáver. Su presencia no levantó ninguna sospecha. Primero, porque se trata de caminos transitados por los aficionados a las dos ruedas y, segundo, porque llevaba un tiempo saliendo con una chica que vive en el barrio de Nuarbe de Azpeitia, el más cercano a Ibai-Eder. El lugar era parte del decorado de su vida cotidiana.
Quienes le vieron aquellos días empezaron el jueves a rebobinar aquellas imágenes, nada más conocerse que un chico de Azpeitia de 17 años -cumplió los 18 justo un día después de entregarse- había confesado ser el autor de la muerte de Amaia Azkue, de 39 años, casada y con dos hijas. Es A.E., hijo de un directivo de empresa de la localidad, que hacía «una vida normal». Había estudiado un módulo de FP -no en Antoniano Ikastetxea de Zarautz, como ayer se publicó por error-, le gustaban las motos y los coches. Salía con su cuadrilla de amigos, algunos de los cuales le felicitaron el jueves a través de las redes sociales por su 18 cumpleaños, sin saber que unas horas antes de cumplir la mayoría de edad se había entregado a la Fiscalía de Menores, acorralado por una investigación policial exhaustiva.
El joven pasó la noche del miércoles en el centro de menores de Zumarraga, donde sigue internado. Pocas horas después, el cotejo de las pruebas de ADN y de una huella dactilar en posesión de la Ertzaintza confirmaron su autoría.

El asesino volvió al lugar del crimen

«Era un chico normal, sin problemas de dinero», repiten quienes le conocen, asombrados todavía por la autoría del crimen y por la hipótesis de que el móvil fuera el robo, un extremo que ha perdido fuerza tras la declaración del chico. A.E. manifestó en su confesión que, tras «una discusión» cuyo motivo no especifica, se trasladaron al embalse de Ibai-Eder en el coche de la víctima. Allí, explicó al fiscal, terminó con la vida de Amaia, -«la maté con una piedra», confesó-, pero no con la intención de robarle, porque esa idea se le ocurrió, según dijo, después de quitarle la vida.
Nadie sospechó de él, a pesar de que su estatura (alrededor de 1,90 metros) coincidía con la descripción física que la Ertzaintza había ofrecido. Ahora se sabe que detrás de la gorra que escondía su rostro y que fue captada por las cámaras de seguridad del banco donde intentó extraer dinero con la tarjeta de la víctima se escondía un chico de pelo corto castaño, ojos azules y cuerpo atlético. Quienes han tenido un contacto cercano con él aseguran que «siguió haciendo lo que hacía habitualmente» en estos últimos cinco meses. No dejó de salir con sus amigos, ni de quedar con su novia. Incluso afirman que «estaba hasta más asentado». «Era un chico bastante reservado», añaden.
Brutalidad «extrema»
Saber qué hacía en Zarautz en el momento en que se cruzó con Amaia sigue siendo uno de los interrogantes que quedan por responder. A.E. declaró que estaba haciendo autoestop cuando le paró el coche de la víctima y que se originó una discusión que acabó con el asesinato, de una brutalidad «extrema», según los expertos. No era extraño ver al adolescente en Zarautz, ya que allí era donde estudiaba y también donde había nacido su madre. Según fuentes cercanas, la familia tiene una residencia en la villa costera. Su relación con la localidad apunta a la posibilidad de que existiera algún vínculo entre ellos o sus familias, algo que investiga la Ertzaintza.
Durante los últimos cinco meses los agentes no han cesado de investigar para esclarecer los hechos. Recopilaron todo tipo de pruebas y huellas pero, una vez tras otra, se topaban con la misma barrera: no había con qué cotejarlas. La pista determinante para dar con el presunto autor del crimen fue el cordón de una zapatilla de senderismo que el joven utilizó para maniatar a la víctima, y que la Ertzaintza recogió del escenario de los hechos.
Los agentes identificaron los modelos concretos de zapatilla que usaban esos cordeles y rastrearon uno por uno todos los comercios de Gipuzkoa donde se habían vendido en los últimos años. Con la autorización judicial correspondiente, los agentes obtuvieron la información de las personas que habían adquirido dichas zapatillas y que realizaron el pago con tarjeta de crédito.
Con la lista en la mano, llegó el trabajo del puerta a puerta. El objetivo era encontrar al propietario de una de esas zapatillas que coincidiera con los rasgos físicos que las cámaras de seguridad de los cajeros captaron. Los agentes visitaron casa por casa a todos los compradores, sin éxito. Cuando se cumplían cinco meses de búsqueda, la pista les llevó a una urbanización de Azpeitia. El martes llegaron al domicilio de una mujer que había comprado ese calzado para su hijo, A.E., de 17 años, que «coincidía con los rasgos físicos del sospechoso».
Sin mencionar que se trataba de la investigación del crimen de Amaia, los agentes citaron al joven a declarar el miércoles por la mañana. Acudió a la cita al día siguiente acompañado de su padre y su abogado, lo que aumentó las sospechas de los ertzainas. Para colmo, en la declaración, el joven se mostró nervioso e incurrió en contradicciones. Estaba acorralado. Esa misma tarde llegó la confesión, casualmente la víspera de que cumpliera 18 años.


Fuente: elcorreo.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario