"Hoy me suicido porque me sentí solo, el perrito fue el único que estaba conmigo y José no es culpa de mi mamá y a Emmanuel lo invito a que vaya a mi funeral".
Así, con esa carta póstuma, se despidió César Gerardo, a los 13 años, de su padre, de su amigo y de la vida.
El tema del suicidio infantil puede tener mucha aristas, pero es posible que una reflexión seria acerca de los conceptos de “muerte” y “suicidio”, así como sus múltiples causas conduzcan a mejores diagnósticos y estrategias de prevención.
Desde abuso sexual, físico o psicológico, diversas formas de maltrato, abandono, soledad, depresión, bullying, incomprensión social por las preferencias sexuales, algún arranque porque no les dieron juguetes, hasta los “daños colaterales” del ambiente de guerra y crimen en el país, son parte de las explicaciones.
El de César Gerardo no es un caso aislado. Aunque frecuentes desde el 2000, las cifras del suicidio infantil se han incrementado en el último lustro, coincidente con el llamado sexenio “de la guerra y la muerte”.
Según las estadísticas y los expertos de la conducta humana, el suicidio, o el intento de suicidio, se liga directamente a una depresión infantil prolongada, que no es fácil de identificar debido a que los niños no han desarrollado aún los mecanismos para lidiar con las frustraciones y las impotencias.
En muchas ocasiones el intento o la consumación del suicidio en la niñez pueden darse después de un regaño severo o un castigo fuerte, como una respuesta angustiosa y desesperada. En todo caso, el ambiente familiar y la influencia social resultan decisivos en la formación de pensamientos e ideas suicidas, y en que se lleven a cabo aunque sea como un mero intento que no se concrete.
Un ambiente familiar agresivo, alcoholismo o drogadicción, abuso sexual o maltrato infantil, pueden llevar a la niñez al aislamiento, hablar frecuentemente acerca de la muerte, comentarios como “si yo no estuviera”, “si yo no hubiera nacido”, “quiero morir”, etc.
Asimismo, problemas frecuentes en la escuela, agresividad sin motivo aparente, malestar físico, regalar sus cosas sin causa justificada, descuido personal en el aseo y la apariencia, son síntomas.
Los sicólogos dicen que, generalmente, un niño que piensa en suicidarse no desea “terminar con su vida”, sino solamente con las sensaciones graves e intensas de dolor, tristeza, angustia o ira. En la niñez, sostienen los especialistas, no se entiende que la muerte es un proceso irreversible. Por eso hasta un comentario suelto acerca de en qué forma realizarían su suicidio, debe atenderse y no menospreciarse.
El profesor y doctor cubano Andrés Pérez Barrero y la costarricense Verónica Azofeifa, Máster en Psicología Clínica, coinciden en sus diagnósticos de conceptos, causas y expresiones previas al suicidio o el intento de suicidio en menores de edad.
En la niñez, a los 5-6 años, se tiene un concepto muy “rudimentario” de lo que es la muerte, pero después de esa edad, se empieza a ver como un suceso inevitable y universal, la conclusión infantil es que todas las personas, incluyéndose, tienen que morir... Paralelamente al concepto de muerte se desarrolla el de suicidio.
Desde la niñez, se tiene alguna “experiencia” mediante la visualización de ese tipo de actos en la televisión, en programaciones para adultos e incluso la dirigida al sector infantil. También “enseñan” los diálogos con compañeros de su propia edad que han tenido familiares suicidas o por conversaciones que escuchan a los adultos.
En la niñez, la muerte puede considerarse una continuidad de la vida, un estado parecido al sueño del cual es posible ser despertado tal y como ocurre con “La Bella Durmiente”, dicen.
También señalan que el conocimiento de los factores de riesgo que predisponen la aparición de determinada condición mórbida es una estrategia válida para su prevención.
Los factores de riesgo suicida son individuales, pero también son generacionales, el riesgo en la adolescencia, no es igual en la adultez o en la vejez. Y son genéricos, la mujer y el hombre, muestran factores de riesgo privativos de su condición. La cultura también influye, como la condición económica y social.
En agosto del 2007, un estudio de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, concluía que el suicidio infantil es resultado de la “cultura del individualismo y egoísmo en México”, lo que incluye una actitud negativa hacia la vida propia y la de los demás, que lleva a conflictos intrapersonales.
En noviembre del 2010, la revista Proceso cuestionaba “Otro daño colateral: el suicidio infantil”: La inseguridad y la violencia que ha desatado la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico, así como la falta de empleo y de oportunidades educativas, han disparado en México las cifras de niños, adolescentes y jóvenes que, dominados por el terror, la desesperanza o el estrés postraumático, se suicidan o intentan hacerlo.
César Gerardo exculpó a su madre. Pero el entorno familiar y social, el ambiente de guerra, la cultura de muerte cotidiana, ahondaron su tristeza, su soledad, su depresión y su desesperanza... Profundizar en el tema implica buscar las respuestas y los métodos para prevenir y evitar estos tristes casos.
Fuente: eldiariodechihuahua.mx
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