El maltrato animal predice la violencia doméstica. La frase es de José Capacés, veterinario clínico, profesor de Deontología en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Alfonso X El Sabio, socio fundador de Amvac y coordinador de la Comisión Ética de Avepa durante una década. A los veterinarios, que nos gusta la medicina preventiva, nos incumbiría prevenir el maltrato dentro del hogar identificando el maltrato animal.
José Capacés (Madrid, 58 años, casado) trabaja desde hace años en los campos de la ética y la deontología profesional. Al acabar la carrera, en 1980, se incorporó a filas en Melilla, donde apreció el trato desagradable que los soldados daban a los animales, a las mulas en especial, a imagen y semejanza de lo que la gente rural hacía en sus pueblos. Entonces se consolidó su sensibilización por el bienestar animal. Tras licenciarse, de vuelta a Madrid, montó una clínica y participó en la fundación de Amvac con el fin de luchar contra la competencia desleal que hacía el Ayuntamiento en el tratamiento y vacunación de la rabia.
Nacimos como sindicato, porque registrase como asociación era complicado en aquellos tiempos, y nos volcamos en la formación de los veterinarios. Luego se incorporó como vocal en Avepa y sugirió que el programa de trabajo incluyera la ética profesional porque en ese momento ya empezaba a haber un
número elevado de clínicas, la competencia era dura y la asistencia mejorable.
-Deme su definición de ética.
-La ética es la excelencia profesional y, como tal, supone no competir con el vecino sino con uno mismo para hacer las cosas mejor. La ética es una disciplina de la filosofía, pero también algo que se aplica, una acción voluntaria. Un incumplimiento ético no comporta una sanción disciplinaria, como ocurre en el terreno de la deontología. La ética va destinada a hacer las cosas mejor.
-¿Son frecuentes las faltas éticas y deontológicas en la profesión?
-El principio de autonomía del propietario, debidamente informado, es un principio básico que a veces no observamos. Lo que debe predominar en la relación entre cliente y veterinario es la transparencia y la información. Resulta crucial para que el cliente tenga confianza en ti y crea en tu experiencia profesional. El cliente nos considera a todos por igual. Pero a veces propietario y veterinario creen que el objetivo final es curar al animal y no es así. El objetivo es utilizar todos los medios que la ciencia pone a nuestro alcance para obtener la curación. A veces no podemos conseguirla. Lo ético es utilizar todos los medios científicos y hacer lo máximo que podamos a partir de nuestro conocimiento y nuestra experiencia o remitir el caso a compañeros más doctos. Los códigos deontológicos nacen con los colegios para que los veterinarios demos el mejor servicio a la sociedad. Los códigos éticos vienen luego. La profesión, una vez organizada, necesita una superación de sí misma, hacer las cosas mejor y ahí están los códigos éticos.
-¿Cuál es la principal aportación del código ético de Avepa?
-El consentimiento informado. Algunos veterinarios lo consideran como un documento que te protege frente a una denuncia del propietario. Otros lo utilizan como un justificante de pago. Y ese es el error más importante. El consentimiento informado se firma en documento, pero es una relación de complicidad entre el veterinario y el propietario en el que éste tiene que entender que para que salga bien una cirugía o un tratamiento es imprescindible su colaboración. Yo explico lo que le voy a hacer a su animal y le pido una parte, que siga el tratamiento, que proteja las heridas, que cumpla las visitas programadas. Debemos hacerle entender qué pasaría si no hacemos esa intervención. Pero el propietario es finalmente el que elige una vez que ha conocido las distintas opciones que el veterinario le da. Una vez que somos cómplices le doy un documento por el cual conoce riesgos, alternativas y sabe que puede interrumpir su autorización en cualquier momento, se lo lleva a casa, lo lee y lo trae firmado. Esos documentos son una herramienta para generar confianza.
-¿Cómo llega a la conclusión de que el maltrato animal tiene relación con el maltrato doméstico?
-Hay cantidad de evidencias que relacionan el maltrato animal con la violencia doméstica que se produce dentro del hogar. Lo países sajones son los que más han desarrollado estos estudios. En España es un tema poco tocado. Sabemos que hay niños que agreden a otros niños porque tienen un conflicto y a menudo proceden de hogares desestructurados donde hay problemas familiares. El niño está reproduciendo el modelo que está viendo en casa. Pero también hay niños que maltratan animales. ¿Un niño que estampa un gatito contra el suelo es malo? Seguro que no. Seguro que tiene un modelo de educación que ha visto en su casa y ha repetido.
-¿Por qué la gente mayor maltrata a un animal y qué relación puede tener con el maltrato doméstico?
-Dentro de la violencia doméstica solemos reconocer a la mujer como víctima.
Normalmente, en los hogares violentos el maltratador no solamente maltrata a la mujer, también a todos los elementos que hay en la casa, los niños, los ancianos y los discapacitados porque no tienen capacidad de defensa. ¿Y cuál es el gran olvidado en este círculo de violencia doméstica? Los animales de compañía, que están presentes en el treinta por ciento de los hogares españoles.
-¿Cuál es el proceso?
-El maltratador empieza levantando la voz para atemorizar y cortar la libertad de la mujer o los hijos. Cuando ve que cede la presión, lo que hace luego es golpear, tirar cosas al suelo y romperlas. Con eso consigue atemorizar, avergonzar y lograr el silencio. El siguiente paso es golpear al animal de compañía y dañar el vínculo de afectividad que existe con ese animal, que es como un miembro más de la familia. Cuando este individuo, que todavía no ha tocado a nadie, golpea o da una patada al animal o le aparta, se socializa con la violencia. El siguiente paso es golpear a las personas.
-En otras palabras, el animal se convierte en el primer objeto del maltratador.
-El maltrato animal predice la violencia doméstica. Todos los individuos que maltratan a una animal son presuntos maltratadores. Maltratadores no significa asesinos. El maltratador intenta cohibir, inhibir la respuesta de la familia, castiga a sus miembros a través de la violencia y uno de los sistemas que funciona mejor es maltratar a los animales de compañía. Por tanto, el problema que tenemos los veterinarios es identificar el maltrato animal. Igual que es difícil identificarlo en los niños, los veterinarios no lo encuentran tampoco fácil porque tampoco hemos tenido una escuela donde nos hayan enseñado a identificarlo. Pero no es normal que un animal se rompa una costilla; si observas que tiene una contusión, o una rotura de bazo, o roto un diente, o tiene una herida de cigarrillo, cuando percibes que no recibe los cuidados sanitarios mínimos, o te lo trae el vecino, o la mujer a escondidas, te das cuenta de que hay un problema. Como vigilantes de la salud pública no podemos ignorar este problema.
-Una vez identificado el maltrato, ¿cómo se debe proceder?
-Primero, dudando. Me invade la incertidumbre de si me estaré equivocando porque, además, perder la confianza del propietario, implica perder el cliente y el negocio. Por tanto, es aconsejable consultar con un veterinario con más experiencia, con la comisión deontológica del colegio, o con alguien que pueda ayudar a identificar el maltrato. Además, cosa que olvidamos a menudo, hay que documentar el maltrato. No vale ir a la policía a denunciar. Sin documentación no hay ninguna validez jurídica. Y tenemos la capacidad para hacerlo con fotografías y con análisis clínicos. Pero una vez documentado el maltrato no puedo ir a casa a dormir. Hay una familia que a lo mejor no se da cuenta de que está siendo maltratada. Debo intentar que sus miembros se abran en la clínica y hablen de sus conflictos familiares, preguntarles si necesitan ayuda. Luego, la obligación sería ir al asistente social del barrio y decirle que tienes una sospecha. El asistente moverá otra serie de piezas; por ejemplo, el rendimiento de los niños en el cole, si son retraídos en clase, o violentos; indagará en la farmacia, con el médico, el director del colegio e intentará contactar con la mujer y ofrecerle ayuda. A la violencia doméstica hay que darle soluciones imaginativas.
-¿El maltrato se prolonga en el tiempo?
-La mujer no abandona el hogar por no dejar el animal de compañía en casa; ella sabe que va a ser castigado para castigarla a ella indirectamente. El tiempo que transcurre hasta que encuentra una solución es larguísimo. Y esa mujer está expuesta en ese tiempo a agresiones constantes. Llegados a este punto, digo que hay auténtica necesidad de refugios temporales para estos animales, que la mujer sepa dónde puede llevarlos y ella escapar del hogar. En las casas de acogida no admiten animales y esta mujer no sabe qué hacer por no dejar al animal en casa y evitar que sea castigado. Castigar no es apuñalar, es no darle de comer, o darle huesos, no sacarlo a la calle.
-¿Vivió en primera persona algún caso?
-Unos cuantos, pero solo me referiré al de un vecino, propietario de un gato, que mató a su mujer a puñaladas. Era un matrimonio con dos hijas. Tenían un gato y jamás conseguí castrar a ese animal, que se orinaba constantemente, no comía y presentaba problemas de ansiedad. El propietario aseguraba que no le hacía daño a su animal, no lo quería castrar y no atendía las peticiones de su familia: prefería que el gato se meara en la ropa de la casa. Lo permitía para castigar a su mujer y sus hijas. Es un modelo clásico de maltratador. Los estudios científicos realizados en Reino Unido, Canadá y Estados Unidos aseguran que el maltratador había amenazado, herido o matado al animal de compañía en el 70% de los casos, el 85% de las mujeres que acudieron a una casa de acogida hablaron de incidentes relacionados con animales de compañía, y el 94% de las mujeres con animales de compañía habrían escapado antes de sus casas si hubieran tenido un sistema de acogida de sus animales.
Fuente: Revista de la Organización Colegial Veterinaria Española. nº4 abril 2011
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